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Desde la caza y la recolección a las modernas cadenas de valor de alimentos, agrícolas y de pesca, siempre le ha preocupado a la humanidad que la producción de alimentos no sea suficiente para alimentar a una población en crecimiento. Thomas Malthus, en su famoso Ensayo sobre “El principio de la población” (1798), pronosticó que el hambre masiva sólo sería corregida por guerras y epidemias, las cuales reducirían la población a un tamaño manejable.
En realidad, los agricultores y pescadores han aumentado continuamente la producción, a un ritmo superior al crecimiento de la población y de los ingresos. Al principio, las actividades agrícolas (y de pesca) se expandieron a más y más tierra (y agua). A mediados del siglo XX, la producción de alimentos y el uso de la tierra agrícola se hicieron cada vez más independientes: entre 1960 y la actualidad, la población mundial se duplicó, la producción mundial de alimentos se triplicó y el uso de la tierra aumentó en menos del 15%.
Los agricultores intensificaron la producción utilizando mejores insumos, como fertilizantes sintéticos, variedades mejoradas y productos químicos para la protección de cultivos y adoptando mejores prácticas de manejo, como la rotación de cultivos para sostener los suelos y el riego para mejorar el uso del agua. La pesca explotó nuevas tecnologías y, cada vez más, la acuicultura, para aumentar la producción pesquera mundial. Estas innovaciones permitieron que se produjera más utilizando la misma cantidad de tierra y agua, aunque con demasiada frecuencia contribuyeron a las presiones en el uso sostenible de recursos naturales.
La población mundial se duplicó en los últimos 50 años llegando a 7,5 mil millones de personas, mientras que la proporción de la población que sufre de inseguridad alimentaria y nutricional se redujo del 15% en 2000 a alrededor del 11% en la actualidad. Si bien un número inaceptablemente alto de 820 millones de personas todavía padecen inseguridad alimentaria, ésta no es porque no haya alimentos disponibles. La causa fundamental del hambre y la desnutrición en la actualidad es la pobreza, a menudo exacerbada por el conflicto, que impide el acceso a los alimentos.
Las condiciones en las que se producen los alimentos varían enormemente en todo el mundo. En los países avanzados, las innovaciones tecnológicas están aportando soluciones de alta tecnología a muchas granjas. Al mismo tiempo, las fincas pequeñas con menos de dos hectáreas de tierra representan el 84% de las fincas a nivel mundial, pero producen solo un tercio de la producción mundial de cultivos. Los agricultores y pescadores que operan en pequeña escala rara vez cuentan con los recursos o la educación para acceder a las últimas tecnologías y, a menudo, dudan en probar nuevos enfoques que perciben como demasiado riesgosos para su propia seguridad alimentaria y sus medios de vida.
Tras la adopción generalizada de la producción acuícola, particularmente en Asia, casi 60 millones de personas trabajan actualmente en el sector de la pesca y la acuicultura, casi el doble que a principios de los años noventa. Al mismo tiempo, el consumo mundial de mariscos ha crecido más rápidamente que todas las demás carnes combinadas. La producción de alimentos por agricultor también ha aumentado considerablemente, mientras que la proporción de la población mundial que trabaja en la agricultura ha disminuido. Hoy en día, la agricultura representa solo el 3% del empleo total en los países de ingresos altos, pero más del 40% en algunas de las principales economías emergentes como la India, y un porcentaje aún mayor en algunas economías menos desarrolladas, incluidas muchas en África.
Producir alimentos siempre ha sido un negocio arriesgado. La producción de cultivos depende del suelo y el agua de buena calidad, junto con un clima predecible y una buena temporada, mientras que las enfermedades del ganado pueden causar un gran daño a la salud humana y animal. Las sequías pueden reducir la producción, y las fluctuaciones en los tipos de cambio o nuevas restricciones comerciales pueden contribuir a la volatilidad de los precios. Estos riesgos afectan directamente el rendimiento económico de la agricultura, lo que afecta el sustento de los agricultores.
Los desafíos que enfrentan los sectores de alimentos, agricultura y pesca aumentarán con el cambio climático. Las temperaturas medias globales han estado estableciendo nuevos récords casi todos los años, mientras que la lluvia se ha vuelto menos confiable. Los fenómenos meteorológicos extremos que destruyen los cultivos, como inundaciones, sequías y grandes tormentas, se han vuelto más frecuentes. Las plagas, malezas, virus y enfermedades se trasladan a nuevas áreas y afectan la producción de cultivos, ganadería y acuicultura. El cambio climático también está alterando la productividad de la pesca de captura y la distribución de las poblaciones de peces, haciendo que las futuras cosechas sean menos seguras.
A pesar de todas estas incertidumbres, los precios de los alimentos han disminuido significativamente en el largo plazo a medida que el crecimiento de la producción superó el crecimiento de la demanda. Pero en 2007-2008, los incrementos de los precios de los alimentos, se debieron a una virtual "tormenta perfecta" de factores (malas cosechas, bajas existencias, restricciones a la exportación, etc.) que fueron seguidos por un período de volatilidad de precios relativamente alta. Una década más tarde, las condiciones en los mercados agrícolas mundiales son muy diferentes, y se espera que los precios reales de casi todos los productos reanuden su tendencia a la baja en el largo plazo durante la próxima década.
Los sistemas mundiales de alimentación, agricultura y pesca son increíblemente diversos. Si bien las regiones como Norteamérica y Sudamérica tienen grandes extensiones de tierras agrícolas, y han emergido como importantes exportadores agrícolas, otras regiones como Oriente Medio y África del Norte tienen relativamente poca tierra y agua para la agricultura. Además, muchos productos agrícolas sólo crecen en climas o suelos específicos. Países en desarrollo, como China y Vietnam, han desplazado a las economías avanzadas como la principal fuente de productos pesqueros a nivel mundial.
Como resultado, el comercio de productos alimenticios, agrícolas y pesqueros nunca ha sido tan importante como lo es hoy. Gran parte de la comida que comemos todos los días llega a nuestras tiendas, restaurantes, refrigeradores y platos gracias al comercio. Los consumidores disfrutan de frutas y verduras frescas fuera de temporada, y tienen acceso a carne y pescado de campos y océanos extranjeros.
Hoy en día, un pequeño número de países representa una gran parte de las exportaciones de algunos productos agrícolas, lo que refleja una fuerte ventaja comparativa en la producción. Por ejemplo, cinco países representan más de dos tercios de las exportaciones mundiales de trigo y carne de res. Para la soja la cuota supera el 90%. Incluso para los productos básicos donde la participación de los cinco principales exportadores es más modesta, un solo país a menudo domina, como en el caso del azúcar (Brasil representa el 45% de las exportaciones mundiales), las semillas oleaginosas (Canadá representa el 54% de las exportaciones mundiales), raíces y tubérculos (Tailandia representa el 56% de las exportaciones mundiales) y varios productos lácteos.
En comparación con las exportaciones, las importaciones agrícolas suelen estar menos concentradas, y el comercio fluye desde un pequeño número de exportadores a un mayor número de importadores. Las excepciones notables son la soja y semillas oleaginosas, raíces y tubérculos, y otros cereales secundarios, donde predomina la demanda de China.
Al mismo tiempo, el surgimiento de cadenas globales de valor (CGV) ha aumentado la interconexión de nuestras economías, ya que varias etapas de la producción de los alimentos que comemos y la ropa que vestimos tienen lugar en diferentes países de todo el mundo. Esto crea nuevas oportunidades potenciales, pero también desafíos, para que los agricultores y pescadores se beneficien del acceso indirecto a los mercados globales, participando directamente en las cadenas de valor nacionales. La naturaleza de la demanda de los consumidores también está cambiando, creando nuevamente nuevas oportunidades y desafíos para los productores primarios, procesadores y distribuidores de alimentos.
Desde la época de Malthus, el sistema alimentario mundial ha respondido a las necesidades de una población mundial en crecimiento y más rica. Pero los agricultores y pescadores operan en un mundo de cambios constantes, y el ritmo del cambio está aumentando. Los gobiernos tienen un importante papel que desempeñar para asegurar que sus políticas, instituciones e infraestructura sean adecuadas para su propósito, proporcionando el entorno propicio para que el sector sea cada vez más productivo, sostenible, resiliente y responda a la demanda de los consumidores.
Las políticas e intervenciones gubernamentales desempeñan un papel importante en la configuración de los mercados de alimentos y agricultura, pero las políticas no siempre están bien alineadas con los objetivos en evolución.
El agotamiento de los recursos y el cambio climático plantean grandes desafíos para el sistema alimentario mundial, pero existen oportunidades para que las políticas ayuden a enfrentar estos desafíos.
La forma en que evolucione el sistema mundial de alimentos, agricultura y pesca en las próximas décadas dependerá de las medidas específicas para garantizar que nadie se quede atrás.